Wednesday, February 1, 2017

Galicia y el patriarcado en nada, y Garzón era para despistar

«Con una población que equivale a la mitad de la de Madrid y una economía muy modesta y “rara”, hasta hace poco Galicia no competía en nada con el resto de España: ni en industria ni en poder. Ni siquiera, hasta muy recientemente, en la Liga de fútbol. La relativa lejanía de Galicia, su “autismo” social y político, son los que le han permitido mantener el prestigio de quien es singular pero no amenazante.»

Miguel-Anxo Murado, Otra idea de Galicia.

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A principios o mediados del 2016, en época de elecciones (todo el año fue época de elecciones hasta el día de la investidura de Rajoy, ni un minuto menos), salió la noticia de que, según las encuestas, Alberto Garzón Espinosa era el político mejor valorado por los españoles. Lo cual, por supuesto, no hizo creer a nadie que fuera a ganar en las urnas; todo el mundo sabía que iba a ser el último de «los grandes», como efectivamente sucedió. En esos días leí un artículo (me perdonaréis que no recuerde dónde, tampoco logro encontrarlo ahora) que decía que la principal razón de que Garzón sea el mejor valorado es que nadie lo ve como un enemigo. Mucha gente recelaba de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, porque eran los grandes, dos por tradición y los otros dos por una repentina irrupción y meteórico ascenso, sospechoso en opinión de muchos. Pero Garzón, al contrario que todos ellos, y aunque siempre visible, es por tradición pequeño, y además es un chaval majete, tranquilo, que razona sus ideas y no hace ruido en los titulares. A nadie le da miedo. Como el niño inteligente al que le gusta leer y aprender, que sabe mucho para su edad sin ser repelente y que cuando crezca será doctor, pero hoy por hoy sigue siendo un niño y nadie se lo toma muy en serio. Es inofensivo. Es buen chico. En una palabra, la razón por la que el político mejor valorado era Garzón era puro y simple paternalismo.

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Quien haya leído algo sobre feminismo escrito con un mínimo de rigor, y preferiblemente por feministas, sabrá que uno de los aspectos de la sociedad más criticados por este movimiento es el paternalismo y condescendencia hacia el sexo femenino. Todo eso del sexo débil y el bello sexo, inocente y sin culpa de nada, cuya función es ser buena persona con quienes están a su alrededor y al que los hombres deben proteger, etcétera. Para ver esto con claridad meridiana no hay más que coger los tebeos de Marvel de los años 60 y 70, en los que los personajes femeninos existían en su mayoría para ser novias o esposas amantísimas y los brazos a los que el héroe anhela volver tras su peligrosa misión contra los mutantes chungos del mes. Por ejemplo. O, más atrás en el tiempo, el Drácula de Bram Stoker, en el que aun teniendo Mina Harker voz propia en varios capítulos, no deja de ser exactamente lo mismo, hasta el punto de que los diálogos entre Van Helsing y sus compinches sobre ella y Lucy son hilarantes de puro ridículos. Esta mentalidad no es violenta contra la mujer, sino todo lo contrario: la protege por considerarla frágil, y quien tenga esa manera de entenderlo no admitirá ninguna acusación de machismo ni de degradación, porque lo que está haciendo es todo lo contrario, apreciar a las mujeres y cuidarlas*, del mismo modo que ninguna persona que ame los animales tolerará acusaciones de menospreciar a su perro cuando todo lo que hace es mimarlo, cuidarlo y quererlo con todo su corazón.