Friday, July 12, 2013

La vida

El Danubio se desbordó un poco.
Foto tomada entre Komárom y Komárno, 5·VI·2013.

Hace un montón que no escribo sobre mi día a día en Eslovaquia. Creo que desde otoño, y ya pasaron tres estaciones. Recordaréis que vivía en una habitación triple con un español y un portugués. Ambos habían venido para pasar sólo un cuatrimestre, así que un día fui a la ubytovanie, la oficina de alojamiento o como se llame en castellano, a pedirles que, cuando se fueran ellos, en lugar de traerme compañeros nuevos me metieran a mí en otra habitación, a poder ser doble y con un compañero eslovaco (“¿Eslovaco? ¿Seguro?”). Aunque me refería a febrero, a los pocos días ya me estaban poniendo una llave nueva en la mano, y el 6 de diciembre, día de la Prostitución, como decía mi abuelo, hice la mudanza al piso de abajo. Lo del compañero eslovaco salió un poco rana. Era un chaval majo pero no teníamos absolutamente nada en común. Él estudia cosas de gimnasia, entrena gente y su aspecto físico llevó a Enzo a llamarlo “el musculovaco”; le gustan el rap y los coches de carreras y es muy poco hablador. A lo mejor, por cada hora que pasamos juntos en la habitación hablamos dos minutos, por término medio. Y la mayoría fue “voy a apagar la luz, enciende tu lamparita” o “¿puedo usar tu [insertar nombre de objeto] un momento?”. Un día me sorprendió: era el día de su nombre (el equivalente centroeuropeo del santo) y me invitó a bajar al Babka y beber con sus amigos. Acepté la invitación, tan sorprendido como contento, y me cogí una moña a su salud y a su costa (segunda de un total de tres desde que me vine a Eslovaquia; a lo mejor deberían quitarme el carné de estudiante). Al día siguiente todo volvió a la normalidad.

La mayor parte de los artistas del primer cuatrimestre se fueron entre diciembre y enero. Se quedaron Julián el canario, Paulina la mexicana y algunos con quien tenía menos relación, como Mathilde la francesa o Anya la ucraniano-estadounidense. Por supuesto, a cambio de los que se fueron vinieron otros nuevos, pero por alguna razón no llegó a haber tanta cohesión entre los erasmus como en el primer cuatrimestre. A principios de noviembre, menos de dos meses después de llegar a Bratislava, ya tenía suficiente confianza con Martin el alemán como para ir con él a Viena un fin de semana y alojarme con sus amigos de allí. Esa cercanía no la tuve con casi nadie el segundo, y con nadie tan pronto. No sabría decir por qué exactamente.

Por lo demás, pocas diferencias hubo mientras duró el curso. Iba a clase, de vez en cuando quedaba con alguien, los fines de semana que podíamos ambos iba a ver a Vica o venía ella aquí, etcétera. El único cambio un poco grande fue que con la primavera llegaron los días largos y el sol y con ellos, las ganas de pasear sin rumbo fijo; pero aun así, el buen tiempo no hizo acto de presencia hasta mediados de abril (fue un invierno anormalmente largo, esto no es en absoluto habitual en Eslovaquia). Las clases terminaron a mediados de mayo. Después tuve que hacer algún que otro examen más y entregar un par de trabajos.

Ghost en Viena, 20·VI·2013

Junio está un poco borroso en mi memoria ahora mismo. Pasé los primeros seis o siete días en Komárno con Vica. Las siguientes dos semanas las pasé finiquitando asuntillos de la facultad, como recoger firmas de profesores junto a sus respectivas notas o rellenar papeles de fin de erasmus. El jueves 20 fui a Viena a ver sendas exposiciones de Durero y sus compinches flamencos por un lado y de Gottfried Helnwein*, que me impresionó muchísimo, por otro, y un concierto de Ghost. Cinco días más tarde llegó mi amiga austríaca Jasmin, con quien pasé un par de días y vimos juntos a Iron Maiden en Piešťany. Eso fue el 27. El 28 por la mañanita volvimos a Bratislava, donde nos separamos; luego fui pitando a Komárno porque tenía que resolver un asunto con Vica urgentemente, luego de vuelta a Bratislava y finalmente a Brno, en el país hermano, donde asistí a un festival de black metal (de degollacabras, como dice mi madre) llamado Hell Fast Attack del que podréis leer una crónica en unos días. El 30, día en que volví a Bratislava, era el día en que debía abandonar la habitación de la residencia.

Aunque los planes que teníamos Vica y yo para la primera mitad del verano eran básicamente pasárnosla de festival en festival, life’s a bitch y sus circunstancias cambiaron de un modo tal que las actuales le impiden totalmente pasar más de una noche fuera de casa, e incluso eso es forzar ya mucho la situación. Así que el plan B era mudarme a una residencia en Komárno, pasar el mes allí y vernos un par de horas al día. Ella fue a preguntar si un estudiante de otra universidad podía alojarse allí en verano; el igázgató úr (director o algo así) le dijo que al menos hasta el 14 de julio sí y luego ya se vería. La noche del 30 de junio al 1 de julio, Julián y Gabriela me salvaron el culo, uno almacenando mi equipaje y la otra ofreciéndome una cama libre en su habitación. Al día siguiente agarré todo lo que pude y, cargado como una mula, me cogí un tren a Komárno. Al llegar, Vica me estaba esperando para ir a la residencia… pero, oh infortunio, hete aquí que, según nos comunicó el domoarigato úr, habían decidido que no iban a acoger a nadie en verano. “Y yo allí con mis maletas como un gilipollas, madre, y yo allí con mis maletas como un gilipo-o-o-llas.” El úr de las narinas nos sugirió no sé qué hotel, el hotel tenía precios de hotel, el botones Sacarino nos sugirió una residencia de estudiantes de secundaria, ésta estaba llena hasta la bandera de niños que estaban allí por una especie de campamento, y la señora con la que hablamos, muy amable y atenta, intentó buscarnos una solución, pero al final no hubo ninguna. Así que cogí mis bártulos, que ya se sabían la ciudad to the little finger, y me volví a la capital. El de la ubytovanie de mi residencia, que ya me conoce de las muchas veces que fui por allí, rió al verme entrar otra vez por esa puerta.

Y así estamos. Escribo esto en un tren a Bratislava tras pasar de nuevo una semana en casa de Vica aprovechando una circunstancia favorable, pero ésta se terminó esta misma mañana. Hoy es jueves once; el domingo catorce, Julián se va a Múnich a coger el avión de vuelta y de paso a ver a Martin; durante los días siguientes me prepararé para irme, y como muy tarde el día 25 abandonaré definitivamente este país. Mi siguiente parada es el festival ucraniano Carpathian Alliance (as it began, so it ends) con dos colegas franceses y tras eso, quizá (ojalá) dando un rodeo por Europa aún sin determinar, volveré a casa.
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*También conocido como "el de la portada del Blackout de los Scorpions".