Wednesday, December 4, 2013

De españoles, franceses y excavadoras ucranianas

Foto: EFE. Más en El País.

Si no se se tiene la posibilidad de viajar, bien está hablar con extranjeros en tu propia ciudad, y se pueden aprender cosas interesantes igualmente. El sábado pasado, otro español y yo estuvimos charlando con un francés que le tiene tanto cariño a Francia como yo a España, es decir, muy poco, y por alguna razón acabamos hablando de política, más concretamente de programas electorales y manifestaciones. El francés hablaba de cómo la gente en su país vota por un partido cuyo programa incluye un punto polémico como puede ser la legalización del matrimonio homosexual, y tras la victoria electoral de dicho partido, media Francia sale a la calle para protestar contra ese punto.

Aquí nos quedamos parados el otro español y yo. Espera, espera, espera. ¿Media Francia sale a la calle?

Sí, nos contestó, y nos siguió contando que, cuando los estudiantes están puteados, hacen huelga los días que haga falta y salen en masa a manifestarse. Insisto en que no le gustan nada sus compatriotas franceses, es más, llevaba un buen rato despotricando de ellos, pero no dudó un momento en afirmar que, cuando se empeñan en algo, no dejan de dar la vara hasta que lo consiguen. Ojalá aquí fuera igual, dijimos el otro chaval y yo. Lo que impera aquí es el "para qué voy a ir, si no vale de nada", aunque es evidente que cuando no vale de nada es cuando no va casi nadie, precisamente con esa excusa. Pues parece ser que entre los franceses no se da mucho esta manera de pensar.

Y ahora es cuando llegamos a las excavadoras. Estos días salió una noticia que me parece sorprendente, fascinante y descojonante a la vez. En Ucrania está habiendo unas manifestaciones tochísimas... ¡para exigir la entrada en la UE! Por lo visto, es algo que el presidente había prometido, pero ahora reculó alegando razones económicas, aunque la razón real podría ser la presión rusa. En respuesta, los ciudadanos inundaron la magnífica calle Jreshátik y acamparon en la Maidán Nezalezhnosti (plaza de la Independencia), que ya rebautizaron como Euromaidán. Un 15M a la ucraniana, como quien dice. Entonces: Sorprendente, porque a mi alrededor todo cristo se queja del BCE, del control alemán y otras cosas que asocian Europa con no molar, y ahora salen éstos queriendo entrar a toda costa. Fascinante, porque son una cantidad impresionante de gente y no parecen detenerse ante nada; llegaron a entrar al Ayuntamiento y allí dentro llevan durmiendo unos cuantos varios días ya. Y descojonante, porque yo veo una excavadora embistiendo contra un muro de antidisturbios y un pavo sacando adoquines de la acera y no puedo evitar reírme. Atención también al de la cadena.


Otro vídeo: Kiev protesters drive bulldozer towards police cordon.

Friday, November 15, 2013

Presente y futuro

Desde que pasaron las tres noches que mencioné en una cortísima entrada que creo que pocos visteis, estoy en casa y no me moví de aquí más que un fin de semana que fui a Madrid. Aún estos días hay quien me pregunta qué tal la vuelta, y siempre respondo lo mismo: la bofetada de realidad fue fuerte y a mano abierta y llenita de dedos, porque a la previsible y consabida morriña se unió el hecho de que el lugar (entiéndase lugar en el sentido más amplio posible, no sólo en el geográfico) al que volví era LO DE SIEMPRE. En un primer momento sentí un desconcierto comparable al de la primera vez que oí Child in Time y llegó el minuto 6; ese desconcierto pronto se tornó pesadumbre al darme cuenta de eso, de que volvía a lo mismo de siempre: misma ciudad, mismo barrio, misma universidad, mismo servicio de transporte urbano –los que viváis en mi ciudad entenderéis que lo mencione–, mismo todo. Como estar por la mitad de un libro en una parte interesante, pasar la página y ver que vuelve a empezar el capítulo 1. No me malinterpretéis: exceptuando lo de los autobuses, no está tan mal. La ciudad ofrece montones de posibilidades y servicios, en la universidad me lo paso pipa cual niño de primaria que va al cole a ver a sus amiguetes y a aprender cosas de dinosaurios, me llevo bien con mis padres y mi hermano, etcétera. Pero no se trata de estar mal; se trata de la sensación de haber dado un paso en una dirección determinada y después haber desandado el camino para volver al punto de partida. Visto ahora, todo esto es muy obvio. Sin embargo, tuvo que pasarme para darme cuenta. Afortunadamente, tras unos pocos días me fui haciendo a la idea, y en cuanto empezó el curso y me vi inmerso en la rutina universitaria se me fue pasando todo eso.

Huelga decir que, con bofetada de realidad o sin ella, no cambiaría el año pasado por nada. Vamós.

Pues ese es básicamente el presente: estoy en casa.

En lo que respecta al futuro próximo, creo que se va a parecer bastante al presente. A ratos pienso en una visitilla a Europa Central a principios del año que viene, aunque suelo descartarla rápido, porque no tengo claro si quiero ir para volver a ver los lugares y las caras o si eso es sólo una excusa para un propósito más concreto, ni si ese propósito es realmente apropiado, o sensato, o tiene sentido siquiera, o a lo mejor sí, o todo lo contrario. Peeeero hacia el veranito las cosas cambian. Ahí ya se amontonan tantos planes que albergo muy pocas esperanzas de llevarlos todos a cabo. Los momentos clave son: 1) mediados de junio, ceremonia de coronación en Bratislava, hopefully con su correspondiente interpretación del Mesías de Händel en la catedral de San Martín, que el año pasado me la perdí; 2) último fin de semana de junio, centenario del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, que supongo que montarán algo para conmemorarlo, y si no me da igual, visito Bosnia, que la tengo pendiente; y 3) último fin de semana de julio, Carpathian Alliance en Volosianka. Los días del medio, visitas a los amigos y las ciudades que correspondan. ¿Mucho? Sí. ¿Demasiado? Muy probablemente. ¿Se llevará algo a cabo? Eso espero.


La catedral, achatada y con perspectiva chunga, 1825.


A más largo plazo, el plan es quedarme aquí hasta que acabe la carrera, lo cual debería suceder en año y medio si todo va bien, y después irme por esos mundos de Lu-ci-feeeeer. Adónde no lo sé, y mi objetivo cambia periódicamente. Hace dos años y medio quería irme a Bélgica. Poco después, a Holanda o a Dinamarca. Más recientemente, a Alemania o a Austria. Actualmente me muero de ganas de irme a Ucrania. Sí, ya sé, no es un país que funcione bien, blablablá. Me la refanflinfla, me apetece igual. Pero tranquilos, porque para cuando acabe la carrera ya tendré otro destino en mente. También veo Eslovaquia como una opción. Si bien a algunos países cercanos a ella tengo bastante claro que no quiero ir, Eslovaquia en concreto me atrae. Al menos ya no me cogerá de nuevas. Veremos.

Total: todo este rollo para decir que hasta verano no voy a ningún lado.

Sunday, October 6, 2013

Con y contra

Decía Diana Uribe en uno de sus programas que, cuando murió Stalin y Jrushov, más liberal que el bigotudo, lo sustituyó en el cargo, la actitud del partido cambió del "si no estás conmigo, estás contra mí" al "si no estás contra mí, estás conmigo".

Interesante matiz, ¿verdad?

Saturday, October 5, 2013

Dos señoras gallegohablantes


En los autobuses urbanos de mi ciudad, y supongo que en los de la tuya también, los asientos están de dos en dos, y algunos pares están mirando hacia atrás, de tal modo que quedan cuatro enfrentados. En uno de esos grupos de cuatro me hallaba yo solo hace dos jueves mientras me dirigía a mi beloved campus, hasta que dos señoras asentaron sus ancianas posaderas sobre los asientos que había delante de mí. No suelo llevar música en las orejas cuando voy en bus, lo que me permitió oír a las señoras decir algo que despertó mi curiosidad, y como aún no había sacado de la mochila el libro de la batalla de Verdún que me dejó mi primo, me dispuse a observarlas disimuladamente en lugar de leer.

Haciendo un juicio comparativo entre sus arrugas y las de mis dos abuelas, deduje que ambas doñas rondarían los setenta años. Iban cuidadosamente maquilladas y vestidas elegantemente, pero sin exageraciones. Una de ellas hablaba de su sobrina, nieta o lo que fuera, la música tan ruidosa que ésta tenía en el móvil, y cómo le había expresado su parecer al respecto a la dueña de dicho móvil. Ambas hablaban en castellano, pero tras oír unas pocas frases me dije: esta señora no habla castellano.

Qué curioso. La otra tampoco.

Ahora tengo que hacer un inciso para que los de fuera de Galicia podáis entender de qué hablo. La gente de esta región se divide en dos grupos: la que habitualmente habla castellano y la que habitualmente habla gallego. Lo normal es que todo el mundo entienda y sea capaz de hablar ambas lenguas, con mayor o menor cantidad de calcos pero siempre con fluidez; y todos tenemos acento gallego, de eso no se libra nadie, reconocible desde Valencia hasta Helsinki (otro día os cuento anécdotas). Sin embargo, hay una diferencia notable entre la entonación de quien habitualmente habla un idioma y la de quien habla el otro, de modo que cuando un gallegohablante cambia al castellano se le ve el plumero enseguida, aunque sea el castellano más correcto y refinado del mundo; y al revés, igual. Hay muy pocas excepciones, generalmente gente que por la razón que sea lleva toda la vida cambiando entre ambas.

Pues bien: estas señoras eran gallegohablantes hablando castellano. Pensé que a lo mejor estaba equivocado, pero en cuanto la que contaba la anécdota pasó a referir textualmente la conversación que tuvo con la dueña del móvil ruidoso, lo hizo en gallego; y entonces sucedió lo más gracioso de todo: terminada la reproducción del diálogo siguió diciendo en gallego algunas frases más, incluso la otra le respondió a algo con un par de palabras en la misma lengua, hasta que, pasados unos segundos, se dieron cuenta de lo que estaban haciendo y volvieron al castellano. Sucedió varias veces más a lo largo de la conversación, especialmente cuando se quedaban calladas unos instantes y una de ellas reniciaba el diálogo con alguna frase espontánea. A la de la izquierda le pasaba más que a la de la derecha.

Reconozco que esta anécdota, aunque me llamó la atención, no es tan rara. Estas señoras nacieron, se criaron y vivieron muchos años en un tiempo en el que el gallego se consideraba vulgar, y quien pretendiera tener una posición en la sociedad tenía que empezar por desterrarlo y pasarse al castellano. Pero también es cierto que llevamos ya más de treinta años de oficialidad, presencia en la radio y la televisión, etcétera. Que a estas alturas haya gente que siga intentando ocultarlo me parece cuando menos curioso.

Saturday, September 28, 2013

Agueste V: Slavske, Volosianka y Zájar Bérkut (II)




El sábado empecé el día tarde y con calma. Me di cuenta de que no tenía dinero, así que le pregunté al de recepción si en la estación de esquí había un cajero o tenía que bajar al pueblo. Me contestó que sí que había. Se equivocó. Llegué allí y no encontré ninguno. Pregunté a alguien con cara de pertenecer a la organización y llamó a una chavala que sabía inglés para hablar conmigo. Gala, pues así se llamaba, me dijo que no había ninguno, pero que me acompañaba a la estación en taxi si quería. Durante el trayecto me dijo que no tengo ningún aspecto de español. “¿Entonces de qué tengo aspecto?” “No te ofendas, pero de judío.” Pues nada, me rizaré las patillas. Al volver arriba comí en el comedor que hay (probé el borsh rojo, que es sopa de remolacha). Luego estuve conversando con Gala un rato más en la zona del telesilla y el hotel de los músicos (saludé a los de Arkona según se dirigían al baquestaje) hasta que se fue acercando la hora de inicio de los conciertos. En la cola del telesilla me hablaron dos o tres personas a las que les sorprendía mucho ver a alguien de tan lejos en un lugar tan perdido. Con ellos me fui a tomar un refresco al bonito bar que hay en lo alto de la montaña, y casi se me pasa la hora de ver a Viter; de hecho me perdí unos veinte minutos de su concierto, aproximadamente la mitad. Allí me reencontré con la chavala volgogradense con la que había compartido telesilla, y con ella vi a Arkona también.

Los vídeos están sin editar ni recortar:




Los más avispados encontrarán una referencia a Dub Buk
al final del segundo vídeo.


¿Recordáis lo que me había dicho el organizador cuando me dio la pulsera? “Es de prensa porque no me quedan de músico.” Pues bien, observando las muñecas de los asistentes y de los músicos que rondaban el hotel me di cuenta de que el hombre, por equivocación, lo había dicho al revés y de que lo que adornaba el istmo de mi mano era un pase a la vistosa casita rural situada un poco más atrás del escenario. No veas lo importante que se siente uno cuando dos miembros de la “militsia”, que es como se llama la policía allí, sendos armarios vestidos con gruesos trajes de camuflaje, te abren paso haciendo un gesto con la mano tras enseñarles la cinta roja de tu muñeca. Cuando llegué al piso superior de la casita, los Munsorrous me saludaron con grandes sonrisas y me ofrecieron bebida. También saludé a Masha y Lazar de Arkona; el segundo, aunque probablemente no recordase mi cara de la vez anterior en Madrid, sí me conoce como uno de los poquísimos habituales extranjeros del foro de su grupo. Ella no, porque pasa del foro y de aguantar a fans alocados. Pasé allí un rato corto, pero antes de irme le pregunté a Ville (de Moonsorrow. Qué raro se me hace especificar esto) si podía realizar un capricho que tenía: echarme por la cara la sangre que usan en los conciertos y sacarme “a bloody photo with the whole bloody band”. Me contestó que sí, que no habría problema. En algún momento también le pregunté a alguien de la organización si me podían dar un pase para mi nueva amiga; me dijeron que no, que las normas eran estrictas, y obviamente no discutí más, pero al minuto, cuando ya me iba, vino corriendo detrás de mí, se disculpó alegando que no sabía que yo era de la prensa y me entregó una pulsera. No veas qué contenta se puso la chavala cuando se la di. Ya no recuerdo cómo se llamaba. Vladimira o Svetlana o un nombre típico de ésos. No habló casi nada durante los pocos minutos que pasamos allí dentro; tenía los ojos como platos, mientras probablemente se preguntaba cómo rayos había llegado allí, y cuando salimos y llegamos de nuevo a la parte de enfrente del escenario exclamó: “¡Dios mío, tengo una foto con Moonsorrow!”.

A lo mejor encuentra este blog y me dice cómo se llama.

Todo eso fue entre Arkona y Týr. Cuando acabaron estos últimos, volví corriendo al baquestaje a ensangrentarme un poco. Doy fe de que la sangre que usan es real: el sabor es inconfundible y cuando se seca se pone marrón y cruje cuando mueves la cara. No veas lo que me costó convencer de esto a Eddie.

— Bueno, sería sangre de mentira, ¿no?
— Qué va, sabía a sangre y se me coaguló en la cara.
— Ya, bueno, pero sería sangre falsa, no creo que la usen auténtica.
— Que no, hombre, que se puso marrón y crujiente.
— Sí, sí, pero supongo que sería de mentira...

Lo malo fue que no me pude hacer la foto, porque cuando sucedió esto ya estaba sonando la intro y se fueron corriendo al escenario. Maybe after the concert, me dijo Ville, pero ahí ya ni lo intenté porque se pusieron a recoger los instrumentos y demás. Hablé unos minutillos más con Mitja, que es con el que más me llevo, por así decir, y me fui. Tanto la volgogradense como yo decidimos irnos ya, que era tarde y hacía frío –llegaron a caer unos copos de nieve durante el concierto–. Bajamos en un cuatriciclo de la muerte, nos despedimos (lo siento por los que esperabais otro final para esta historia) y volví al hotel dando un precioso paseo en oscuridad casi total bajo la majestuosidad del cielo nocturno.

La última anécdota de la noche es la del recepcionista, el mismo chaval joven al que le había preguntado lo del cajero. Peté en la puerta, me vio todo ensangrentado a través del cristal, abrió mucho los ojos y vino a abrirme. Con educación y el gesto amable que suelo usar yo y cualquiera en estos casos, le devolví el paraguas que me había prestado, le pedí la llave y subí a mi cuarto. La cara del pobre hombre era un poema; no despegó los labios en ningún momento, ni redujo el grado de apertura de sus párpados. Estoy seguro de que, si le hubiera pedido el dinero de la caja, me habría dado hasta los centimillos del bolsillo de atrás. Días después me decía Eddie que sí, que mucha risa, pero que menos mal que no se le ocurrió llamar a la policía diciendo: mira, que son las tres o las cuatro de la mañana y acaba de subir un tarao ensangrentado a la 108, venid a ver.

A la mañana siguiente bajé a entregar la llave, y junto a la mesa de recepción había un señor con el que me había topado el día anterior y que me sorprendió hablándome en ¡portugués! Por lo visto, había sido camionero y durante muchos años había estado viajando a Portugal. Ahora era taxista. Me llevó a la estación, y como aún faltaba un buen rato para el tren, fui a comer a un pequeño bar que encontré. La camarera era jovencita e imbécil. Le pregunté qué era un determinado elemento del menú, y su única respuesta fue repetir la palabra varias veces, sin hacer un gesto explicativo ni señalar nada. Le dije que vale, que me lo pusiera y ya vería lo que era. Me dio un platito con algo de ensalada, pescado frito y un tenedor. Para quitarle las espinas al pescado necesitaba un cuchillo, pero no recordaba cómo se decía en ruso, así que la llamé, le dije “por favor” e hice gesto de cortar con un cuchillo. Me respondió: jasi sisusu siguasagüey. Bueno, muller, perdona pero no te entiendo, ¿me traes un cuchillo o no? Todo esto educadamente y con un ruso básico pero suficiente (me había servido con otras personas). Ella siguió repitiendo lo mismo. Luego se giró hacia dos personas que estaban en otra mesa, observando la escena con curiosidad, y les dijo algo riéndose. Huelga decir que no me llegó a traer cuchillo ninguno. La verdad, más imbécil fui yo por no levantarme e irme sin más.

Tras comer el pescado con los dedos me fui a dar un paseo para matar el tiempo por las cercanías de la estación, y más tarde, mientras el tren me llevaba a Lviv, recibí un mensaje de una tal Julia. El resto ya lo conté, y con esto podemos, por fin y tras casi un año, dar la serie de Agueste por terminada.

Tuesday, August 13, 2013

Fium, fium

Esta noche dormiré en la habitación de Budapest en la que estoy ahora mismo. Mañana dormiré en Bratislava. La siguiente noche, en Bérgamo, o Milán, o donde pueda en esa zona. Y la siguiente, en mi casa.

Demasiado rápido todo. No tengo ni tiempo de escribir una entrada más larga. Ni necesidad, realmente.

Saturday, August 3, 2013

Agueste V: Slavske, Volosianka y Zájar Bérkut (I)



¡Sorpresa! ¿A que ya no os esperabais esto a estas alturas? Lo suponía. Los primeros cinco párrafos los escribí en septiembre u octubre, por ahí. El resto es de hace unos días, por lo que puede que se me olvidaran detalles, pero esto es básicamente lo que hubo. Otro día publicaré la segunda parte.

En todos los carteles pone Slavsko, pero todo el mundo lo llama Slavske. No sé por qué. Sea como sea, tras dos horas de tren antiguo pero suficientemente cómodo llegué a ese pequeño pueblo de los Cárpatos, cuyos habitantes debían de estar flipando con la manada de melenudos que aparecían en la estación. Había reservado una habitación en un hotel de cuatro estrellas, o como tal me lo vendieron, llamado Terem, por veinte euros la noche, que habrían sido diez si fuera con alguien más, puesto que la habitación era doble. Empecé a preguntar por el gotel Terem. ¿Gospedia?, me preguntaron. Da, Terem, gotel, respondí. Da, gospedia por allí y por allá, se empeñaban en decir. Pues gospedia, lo que tú digas, se parece a hospedar así que supongo que hablamos de lo mismo, el caso es que me indiques. La primera señora me mandó todo recto, pasar un puente y llegar a una tienda. Este es el puente que pasé:


Aunque más adelante había uno de verdad, con calzada. (No, el de la foto no lo crucé.) Entré a la tienda y volví a preguntar. Me empezaron a indicar, pero que estaba lejííísimos, y en ese momento pasó un autobús pequeñajo y me dijeron que corriera y lo cogiera. Pegué un grito y el conductor esperó por mí. Ese autobusiño fue toda una experiencia. No le hice fotos porque me daba palo: era el único extranjero, tenía pinta de perdido, iba cargado con una mochila petada y una maleta y todos los presentes me miraban con curiosidad. Yo sólo decía: gotel Terem, gotel Terem, ne panimaiu, ne panimaiu. No entiendo, vaya. Un señor de unos setenta años me estaba diciendo mil cosas y yo no me enteraba de nada.

Me enteré con alegría de que, aunque entre el “centro” de Slavske y Zájar Biérkut hay seis kilómetros, el tal hotel Terem se halla a medio camino entre ambos, un poco más cerca de la estación de esquí. Entré en el hotel, hablé con la única recepcionista del mismo que sabe algo de inglés, me dio la llave de la 108 y allí me fui, a una habitación bonita y luminosa, aunque no sé si merecedora de las cuatro estrellas. Me duché y ese tipo de cosas y salí para Zájar Biérkut a pie, pues me habían dicho que se llega en veinte minutos, y así es. La carretera es espantosa, piedras y socavones por todos lados, pero como iba a pie no me importó y me entretuve disfrutando del paisaje, chupando mi caramelo de caramelo comprado en Lviv (un mosquito imbécil lo vio tan amarillo que quiso acercarse y se quedó irremediablemente pegado; ese día terminó su vida, pero tranquilos, no me lo comí) y viendo las lentas eses que hacían los coches, que en ocasiones llegaban incluso a pararse.




A las nueve y cuarto, cuando llegué a la parte inferior del telesilla, los policías o seguratas o lo que fueran me dijeron que aquello ya lo habían parado. Por suerte, alguien llamó a alguien y me dijeron que el organizador del festival llegaría en unos minutos. Cuando me vio me dijo: “hello, I am Sergey”, yo le respondí: “hello, I am Abel from Sp...” y me interrumpió diciendo: I know, I know. Mira, me dijo, no me quedan pulseras de músico, así que te voy a dar una pulsera de prensa. Pensé para mis adentros: pues vaya tontería, eso es lo que supuestamente me corresponde. También me dijeron varios de los presentes que arriba hacía frío, que en manga corta y pantalón corto me iba a congelar, pero les respondí que no se preocuparan, que en la mochila llevaba ropa de abrigo. Una vez estuvo todo aclarado me monté en el telesilla.

Casi me congelo, colega. Menudo frío pasé. No me esperaba ni que el trayecto durase treinta minutazos ni que hiciera tanto frío antes de llegar arriba. Y claro, a ver quién es el chulo que se pone a descalzarse y a sacar cosas de la mochila cuando se halla suspendido a diez metros de altura. Chocar las rodillas y cantar tonterías tipo “hace frío frío frío, naino naino nainioná, ochen ochen joladná” no te hace entrar en calor pero algo ayuda. Por el ruido y las luces distantes supe que me acercaba al escenario, luego que estaba a su lado, luego que… ¡me estaba alejando! El telesilla me dejó arriba de todo, en la cima del tope del cumio del pico de la cumbre de la montaña, donde me abrigué y eché a correr hacia el escenario, donde ya estaba tocando Dark Funeral.

Al principio hacía frío. Luego hacía mucho frío. Luego hacía un frío que pelaba. Cinco o seis grados, por ahí. Unos encendieron una hoguera detrás del puesto de las camisetas; pasé allí la mayor parte del concierto de Inquisition (desde ese lugar se veía y oía perfectamente), y todo lo que conseguí fue apestar a humo y seguir teniendo prácticamente el mismo frío, así que decidí volver a delante del escenario y saltar como un mono in situ; esto funcionó mucho mejor. De todos modos, a mitad de Todestriebe me harté de pasar frío, estaba cansado, eran las dos, etcétera, así que me dije: me piro. Pero esperad, que me falta la anécdota de las hamburguesas. Durante Carpathian Forest, el segundo concierto que vi, me entró el hambre y fui a uno de los puestos de perritos calientes a comprar una hamburguesa. Miro la lista de precios (прайслист, praislist, una risa) y veo: чисбургер, chisburguer, 100 grivñas. Me quedé boquiabierto: ¿diez euros por una hamburguesa precocinada, en Ucrania? Vale que en un festival las cosas suelen ser más caras, pero eso es una burrada, más en un país relativamente barato. Fui al otro puesto, aunque ya sabía que sería exactamente lo mismo, y así era. Tras un rato debatiéndome entre pasar hambre toda la noche y tirar el dinero me di cuenta de que la г (G) de “100 г” no era de гривень, grivñas, sino de граммов, gramos. El precio estaba más a la derecha y era exactamente la décima parte.

Volvamos a las dos de la mañana y a mi intención de escapar de esa nevera al aire libre. A la derecha del escenario y tras una valla abierta había algo que parecía un camino. Junto a la valla, sentados, un policía y un chaval joven. Me acerqué y les pregunté cómo se podía bajar; el chaval sabía algo de inglés y me informó de que había unos viejos con quads un poco más arriba que te bajaban en su máquina endemoniada por, esta vez sí, cien grivñas del ala. Como la alternativa era esperar tres horas más para morirme del frío y del asco en el telesilla, me subí a uno de esos. Avanzamos diez metros que fueron suficientes para darme cuenta de que mi vida podría terminar allí mismo; paró porque el chaval de antes le había levantado la mano. El susodicho se acercó al cacharro y me preguntó si me importaba que se montara también (caben tres personas incluyendo al conductor). Le contesté que en absoluto, y mira, fue genial que se subiera, porque al estar más apretados me daba menos impresión de que me iba a caer. En serio, fue toda una experiencia. Un aparato infernal que si tiene suspensión la disimula muy bien, bajando a velocidad de crucero por un sendero irregular, zigzagueante y lleno de piedras y saltos en mitad del monte. Algunos se suben a montañas rusas; os aseguro que las ucranianas no tienen nada que envidiarles. (Curiosidad: en Rusia, a las montañas rusas las llaman montañas americanas.) En unos cinco interminables minutos llegamos abajo, donde ya no hacía tanto frío, de hecho se estaba bien. Convencí a mis huevos de que ejercer de corbata no era su función, pagué las cien grivñas (no creas que nos hizo el menor descuento por ser dos) y me disponía a despedirme del chaval e irme por mi lado tras intercambiar dos frases con él, pero me preguntó si me gustaba el vodka, o algo así, y me invitó a tomar unos chupitos con él. Subimos un poco hacia el hotel donde se alojaban los músicos. Resulta que el chaval, llamado Vladímir, si no recuerdo mal, era el administrador de la red informática de ese hotel, así que pudo entrar como Pepito por su casa y salir de nuevo, no sin antes mostrarle al policía el cartón de zumo de naranja que se llevaba. Una vez fuera, sacó de debajo de la cazadora dos botellas de vodka ucraniano marca Nemiroff: una llena, que me regaló “para que bebas con tus amigos de España”, y otra mediada, para compartir right there, right then. “Está un poco caliente porque tenía la botella guardada en el armario de los servidores.” Me llevó a un merenderito con bancos, y mientras bebíamos me estuvo contando cosas. Tomamos tres chupitos. El primero, na zdarovie, por la salud. El segundo, por que todo vaya bien; “a mí me va bien, porque me casé la semana pasada y soy muy feliz”. El tercero, por los amigos, si no recuerdo mal. Me explicó un poco la situación lingüística en Ucrania, la predominancia del ruso en la mitad este y la del ucraniano en la oeste, y la diglosia existente; puso cara triste cuando me referí a Ucrania como “a Russian-speaking country”. No se ofendió; más bien creo que le entristeció que un extranjero asociara Ucrania con el idioma ruso. Durante toda nuestra conversación, siempre me contestó amablemente cuando le preguntaba cómo se decía tal o cual cosa en ruso, pero insistía en hablar inglés, porque tenía que practicar. Cuando finalmente decidimos irnos y empezamos a bajar la cuesta hacia el hotel, vimos una furgoneta enfrente del mismo. Como estaba medio peneca del vodka, le pedí sin ninguna vergüenza: “oye, ¿puedes decirles a esos que me lleven?” Habló con el de la furgoneta, el cual aceptó, pues había sitio y mi hotel quedaba de camino por la única carretera posible. Y esa es la historia de cómo acabé metido en la furgoneta de Dark Funeral, a quienes les importó tres pitos que un desconocido se sentara en el vehículo que los llevaba al aeropuerto o adonde fuera. El cantante es griego, no lo sabía, creía que eran todos suecos. Me bajé en mi hotel y di el día por terminado. Lo llamé jornada, que dicen en inglés.

Friday, July 12, 2013

La vida

El Danubio se desbordó un poco.
Foto tomada entre Komárom y Komárno, 5·VI·2013.

Hace un montón que no escribo sobre mi día a día en Eslovaquia. Creo que desde otoño, y ya pasaron tres estaciones. Recordaréis que vivía en una habitación triple con un español y un portugués. Ambos habían venido para pasar sólo un cuatrimestre, así que un día fui a la ubytovanie, la oficina de alojamiento o como se llame en castellano, a pedirles que, cuando se fueran ellos, en lugar de traerme compañeros nuevos me metieran a mí en otra habitación, a poder ser doble y con un compañero eslovaco (“¿Eslovaco? ¿Seguro?”). Aunque me refería a febrero, a los pocos días ya me estaban poniendo una llave nueva en la mano, y el 6 de diciembre, día de la Prostitución, como decía mi abuelo, hice la mudanza al piso de abajo. Lo del compañero eslovaco salió un poco rana. Era un chaval majo pero no teníamos absolutamente nada en común. Él estudia cosas de gimnasia, entrena gente y su aspecto físico llevó a Enzo a llamarlo “el musculovaco”; le gustan el rap y los coches de carreras y es muy poco hablador. A lo mejor, por cada hora que pasamos juntos en la habitación hablamos dos minutos, por término medio. Y la mayoría fue “voy a apagar la luz, enciende tu lamparita” o “¿puedo usar tu [insertar nombre de objeto] un momento?”. Un día me sorprendió: era el día de su nombre (el equivalente centroeuropeo del santo) y me invitó a bajar al Babka y beber con sus amigos. Acepté la invitación, tan sorprendido como contento, y me cogí una moña a su salud y a su costa (segunda de un total de tres desde que me vine a Eslovaquia; a lo mejor deberían quitarme el carné de estudiante). Al día siguiente todo volvió a la normalidad.

La mayor parte de los artistas del primer cuatrimestre se fueron entre diciembre y enero. Se quedaron Julián el canario, Paulina la mexicana y algunos con quien tenía menos relación, como Mathilde la francesa o Anya la ucraniano-estadounidense. Por supuesto, a cambio de los que se fueron vinieron otros nuevos, pero por alguna razón no llegó a haber tanta cohesión entre los erasmus como en el primer cuatrimestre. A principios de noviembre, menos de dos meses después de llegar a Bratislava, ya tenía suficiente confianza con Martin el alemán como para ir con él a Viena un fin de semana y alojarme con sus amigos de allí. Esa cercanía no la tuve con casi nadie el segundo, y con nadie tan pronto. No sabría decir por qué exactamente.

Por lo demás, pocas diferencias hubo mientras duró el curso. Iba a clase, de vez en cuando quedaba con alguien, los fines de semana que podíamos ambos iba a ver a Vica o venía ella aquí, etcétera. El único cambio un poco grande fue que con la primavera llegaron los días largos y el sol y con ellos, las ganas de pasear sin rumbo fijo; pero aun así, el buen tiempo no hizo acto de presencia hasta mediados de abril (fue un invierno anormalmente largo, esto no es en absoluto habitual en Eslovaquia). Las clases terminaron a mediados de mayo. Después tuve que hacer algún que otro examen más y entregar un par de trabajos.

Ghost en Viena, 20·VI·2013

Junio está un poco borroso en mi memoria ahora mismo. Pasé los primeros seis o siete días en Komárno con Vica. Las siguientes dos semanas las pasé finiquitando asuntillos de la facultad, como recoger firmas de profesores junto a sus respectivas notas o rellenar papeles de fin de erasmus. El jueves 20 fui a Viena a ver sendas exposiciones de Durero y sus compinches flamencos por un lado y de Gottfried Helnwein*, que me impresionó muchísimo, por otro, y un concierto de Ghost. Cinco días más tarde llegó mi amiga austríaca Jasmin, con quien pasé un par de días y vimos juntos a Iron Maiden en Piešťany. Eso fue el 27. El 28 por la mañanita volvimos a Bratislava, donde nos separamos; luego fui pitando a Komárno porque tenía que resolver un asunto con Vica urgentemente, luego de vuelta a Bratislava y finalmente a Brno, en el país hermano, donde asistí a un festival de black metal (de degollacabras, como dice mi madre) llamado Hell Fast Attack del que podréis leer una crónica en unos días. El 30, día en que volví a Bratislava, era el día en que debía abandonar la habitación de la residencia.

Aunque los planes que teníamos Vica y yo para la primera mitad del verano eran básicamente pasárnosla de festival en festival, life’s a bitch y sus circunstancias cambiaron de un modo tal que las actuales le impiden totalmente pasar más de una noche fuera de casa, e incluso eso es forzar ya mucho la situación. Así que el plan B era mudarme a una residencia en Komárno, pasar el mes allí y vernos un par de horas al día. Ella fue a preguntar si un estudiante de otra universidad podía alojarse allí en verano; el igázgató úr (director o algo así) le dijo que al menos hasta el 14 de julio sí y luego ya se vería. La noche del 30 de junio al 1 de julio, Julián y Gabriela me salvaron el culo, uno almacenando mi equipaje y la otra ofreciéndome una cama libre en su habitación. Al día siguiente agarré todo lo que pude y, cargado como una mula, me cogí un tren a Komárno. Al llegar, Vica me estaba esperando para ir a la residencia… pero, oh infortunio, hete aquí que, según nos comunicó el domoarigato úr, habían decidido que no iban a acoger a nadie en verano. “Y yo allí con mis maletas como un gilipollas, madre, y yo allí con mis maletas como un gilipo-o-o-llas.” El úr de las narinas nos sugirió no sé qué hotel, el hotel tenía precios de hotel, el botones Sacarino nos sugirió una residencia de estudiantes de secundaria, ésta estaba llena hasta la bandera de niños que estaban allí por una especie de campamento, y la señora con la que hablamos, muy amable y atenta, intentó buscarnos una solución, pero al final no hubo ninguna. Así que cogí mis bártulos, que ya se sabían la ciudad to the little finger, y me volví a la capital. El de la ubytovanie de mi residencia, que ya me conoce de las muchas veces que fui por allí, rió al verme entrar otra vez por esa puerta.

Y así estamos. Escribo esto en un tren a Bratislava tras pasar de nuevo una semana en casa de Vica aprovechando una circunstancia favorable, pero ésta se terminó esta misma mañana. Hoy es jueves once; el domingo catorce, Julián se va a Múnich a coger el avión de vuelta y de paso a ver a Martin; durante los días siguientes me prepararé para irme, y como muy tarde el día 25 abandonaré definitivamente este país. Mi siguiente parada es el festival ucraniano Carpathian Alliance (as it began, so it ends) con dos colegas franceses y tras eso, quizá (ojalá) dando un rodeo por Europa aún sin determinar, volveré a casa.
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*También conocido como "el de la portada del Blackout de los Scorpions".

Saturday, June 22, 2013

FEB IV: Suiza

La plaza del Mercado de Basilea
Leer introducción aquí

Galería de fotos en Facebook

Miércoles 27 de febrero. Cinco de la tarde. Tren a Viena. Metro de Simmering a la Westbahnhof. Un par de horas de espera, o las que fueran. Tren a las 22:30. Compartimento. A excepción de la primera hora de viaje, sólo otro señor y yo. Consecuencia: tres asientos para cada uno. En otras palabras: dormir tumbado como un pepe. Llegada a Zürich a las 7:30. Cambio de tren.

Todo lo que vi de Zürich
El jueves 28 de febrero de 2013 a las 8:30 AM aproximadamente puse el pie en Basilea, ciudad suiza fronteriza con Alemania y con Francia. Lo primero que hice fue ir directo al albergue, que está a diez minutos a pie de la estación. Allí, el recepcionista me dio un plano de la ciudad, un esquema de la red de autobuses y tranvías, un bono que permite usar todo el transporte urbano durante dos días y que estaba incluido en el precio de la habitación, y un folleto con las rutas que hay marcadas por toda la parte antigua de la ciudad.

¡Sí, hay rutas indicadas! Está guay. Todas empiezan y terminan en la plaza del Mercado. Eliges una, y funciona como los senderos de los montes: tienes que ir siguiendo las señales de colores que hay en las esquinas de los edificios. En total hay cinco rutas, que llevan entre 45 y 90 minutos recorrer, dependiendo de la que elijas. Como estaba solo, y conociendo las limitaciones de quien se me uniría más tarde, decidí hacer la gris, porque ponía que tenía muchas cuestas y escaleras. Y así fue como hice mi primera
El meteorito interestelar
de la galaxia
ruta por la bella y limpia Basilea, ciudad medieval que conserva montones de cosas de hace siglos. Hay casas en cuya puerta tienen grabadas fechas que se remontan hasta el siglo XIV. No sé muy bien cómo funciona eso, porque de la casa original poco puede quedar, ¿no? Eso es lo único que eché de menos en Basilea: no tener quien me resolviera ese tipo de dudas. Vi cosas muy bonitas, pero no sabía lo que estaba viendo. En mitad de la ruta me topé con el Naturalhistorisches Museum y decidí entrar. Un poco cutre: todo escrito exclusivamente en alemán, aunque dentro me encontré más francófonos que otra cosa, pocos objetos originales y muchas réplicas. Lo más llamativo, unos fósiles de plantas de tamaño desmesurado y un cacho de meteorito del tamaño de un calabacín y nada menos que nueve kilos de peso. Por lo poco que pude entender de la explicación de al lado, se cree que es el que acabó con los dinosaurios, en caso de que esa teoría sea la buena.

A las tres y media llegaba Eddie Pedro Pera al aeropuerto de Basilea, Mulhouse y Friburgo, también llamado Euroairport, que está en territorio francés; y fui a buscarlo, o sea que, técnicamente, también estuve en ese país. ¡Yuju! Volví a la ciudad con él,
dejó sus cosas en el hotel y nos fuimos de paseo a hacer las rutas roja y azul. Durante este paseo paramos en varios bares, y tengo que destacar el zumo de manzana, distinto a todos los que probé. No sé cómo lo hacen o con qué variedad de manzanas; parece que tiene gas porque pica un poquito, pero no lo tiene, simplemente es más ácido, y está buenísimo. Fue casualidad, porque siempre pido cocacola o mosto, y justo ese día, como no tenían mosto, me dio por variar. Por la noche cenamos en un restaurante cuya camarera sabía algo de español y estaba toda contenta de poder practicar con nativos.

Pratteln está a siete minutos en tren de cercanías. Al día siguiente, viernes 1 de marzo, para no tener que andar pendientes del equipaje, decidimos llevarlo ya al hotel de Pratteln en el que nos alojaríamos esa noche y volver luego a Basilea. Eso hicimos, y nos recorrimos la ruta amarilla, caminata durante la cual comimos unos sángüises de fiambre manufacturados (la factura del restaurante de la noche anterior había sido un susto más que suficiente). Hacia la mitad de la tarde fuimos a Pratteln a
descansar un rato en el hotel antes del concierto para el cual habíamos organizado todo ese viaje. Cartelazo: Primordial, Moonsorrow, Taake y Helheim. Una vez en la habitación, quise enchufar el portátil, pero los enchufes no eran los adecuados, así que bajé a recepción a pedir un adaptador. Y al llegar abajo, sorpresa sorpresa: en el pasillo me encuentro una calva y una enorme perilla que conozco: las de Janne Perttilä; y a su lado, tras la esquina, el resto de los miembros de Moonsorrow, junto con los dos o tres tíos que los acompañaban. Nos saludamos todos, intercambiamos cuatro frases y me volví para arriba sin mi adaptador, porque no tenían. Le conté a Eddie con quién me acababa de topar y bajó a saludarlos, pero sólo encontró a Marko y a Markus. Un rato más tarde fuimos a la sala, que está a tres minutos del hotel. Del concierto no voy a contar nada aquí, primero porque no es el objetivo de este blog y segundo porque ya hice una crónica para otro sitio. Pero estuvo guay, valió la pena.

Al día siguiente salimos temprano del hotel. Nos volvimos a encontrar a los de Moonsorrow, hablamos con Marko y Ville cinco minutos durante los cuales nos contaron los problemas y tirones de pelos entre su discográfica antigua y la nueva, decidimos unánimemente que el próximo disco sería una obra conceptual sobre cucarachas y finalmente nos despedimos hasta la próxima. A
¿Ves el cable y la banderita?
continuación, el madrileño y yo cogimos el tren para Basilea. Eddie se fue directo al aeropuerto, mientras que yo me quedé por la ciudad unas horas más, paseé, saqué fotos que me habían quedado sin sacar y me hice la última ruta, la más larga de todas y la única que pasa al otro lado del río. Descubrí que para cruzarlo hay unos barcos que no tienen motor, sino que están atados a unos cables para no irse a la deriva y se mueven aprovechando la propia corriente; de todos modos, yo crucé por el puente. En terminando la ruta, en lugar de volver a la plaza del Mercado fui directo, pero sin prisa y con alguna que otra pausa, a la estación de la que tenía que salir. Lo que me pasó durante mis últimos minutos en el país de Heidi ya os lo conté, y como nuestro relato de febrero ya llegó al 2 de marzo, creo que podemos darlo por terminado.

Deleitaos con dos vídeos absurdos.
Actualizado a 8 de noviembre de 2015 para añadir muuuuchas fotos.



Wednesday, June 12, 2013

Asignaturas del segundo cuatrimestre

Si bien el primer cuatrimestre (perdón, semestre de invierno, el que duró los tres meses del otoño) me vi en la necesidad de coger asignaturas casi a lo loco, las del segundo las pude elegir con algo más de cuidado. Mi principal prioridad era dejar los viernes libres, especialmente a sabiendas de que pronto llegaría el solcito y con él más ganas de andar de paseo, con lo cual sacrifiqué el Creative Writing. Luego me vi en otra disyuntiva: ¿qué es preferible, coger asignaturas chorras que sean fáciles de aprobar o cogerlas realmente interesantes pero que me quiten más tiempo? Al final hice una mezcla de ambas cosas. Las agruparé por idioma.



Practicals in English 2. La profesora es la misma bielorrusa que me dio otra asignatura con el mismo nombre el cuatrimestre pasado, sólo que la otra era una asignatura de segundo ciclo, mientras que ésta es de primer o segundo curso. Dicho de otro modo: inglés genérico. De las fáciles. No es por ir de arrogante, es que clases de ese nivel tuve infinitas ya. Pero la clase es entretenida y la profesora es buena, así que ahí estoy todos los lunes.

Practicals in English 2, bis. De nuevo el mismo nombre, y esta vez también el mismo nivel, pero creo que una está orientada a futuros profesores y la otra a traductores, o algo así, no sé. Esta es la continuación de las Practicals in English que tuve el cuatrimestre pasado, con la misma profesora, mismos compañeros, mismo horario y misma aula.

Academic Writing. Otra más con Lucia Otrísalová, la del párrafo anterior. La redacción de textos académicos es mucho menos divertida que la de los creativos, pero me está resultando muy instructiva. Es una asignatura de segundo ciclo y mis compañeros, como los que tenía en su análoga creativa, también son de los que ponen todo su interés y participación.



Francés con Silvia. Esta clase es sobre todo de conversación, aunque también nos hace escribir redacciones. El nivel no es muy básico, con lo que está bien.

Francés con Cavet. Francés general, asignatura fácil.

Comprensión oral en francés. También la da Romain Cavet; ésta es de escuchar grabaciones y resumirlas o contestar preguntas sobre ellas.

Morfosintaxis francesa. La cogí un poco a la desesperada, pues necesitaba dos créditos más de francés y no había ninguna otra asignatura disponible que me valiera. Esta asignatura fue la gota que colmó el lunes, pues suponía estar en la facultad de 10:50 a 19:30 sin tiempo para comer. Por suerte, la profe se enrolló y me ofreció la oportunidad de no ir a clase ni hacer el examen, y entregarle un trabajo a cambio. Tengo que escribir unas ocho o diez páginas sobre el modo indicativo de los verbos franceses. Por suerte, es fácil encontrar información, así que suena más feo de lo que realmente es.



Alemán. Me quiero moriiiiiiiiiiir...



Eslovaco. Mismos profesora simpática y horario fastidioso (lu, mié 18:00-19:30) que el cuatrimestre pasado, diferentes compañeros a excepción de una persona. De nuevo, no se trata de un curso universitario como los demás, sino que es eslovaco para extranjeros y se apunta todo el que quiera pagar los 150 € (a mí me los perdonan por ser erasmus). Este cuatrimestre estoy en desventaja frente a mis compañeros, pues todos están casados con alguien de Eslovaquia o llevan años en el país, a excepción de dos personas: los polacos, para quienes estudiar eslovaco es como para un español estudiar portugués. O sea, que el único que no puede hablar con cierta fluidez o entender la mayoría de las cosas soy yo. Pero bueno, más o menos me voy enterando de cuanto buenamente puedo, y la profe me dijo que no tenía que hacer examen, así que tudo bem.



Ruso intermedio. De intermedio, leches. Muy poco nivel, y lo digo yo, que tengo muy poco nivel myself. Además las clases fueron una chorrada. La mayoría de las veces hacíamos cosas como leer un poema en voz alta, todos, por turno. Éramos 10 o así. O hacer ejercicios de conjugación en voz alta. Sólo fue interesante porque se impartía en eslovaco, y era realmente entretenido encontrar similitudes y diferencias entre ambas lenguas. Pero de ruso no aprendí prácticamente nada.

Eso es todo. La mayoría de lo above lo escribí hace más de un mes y hace tres o cuatro semanas que acabaron las clases, así que ya os puedo decir que aprobé todo salvo Alemán, un idioma que me odia, y que aún no sé las notas de Academic Writing ni de Morphosyntaxe pero es casi seguro que son sendos aprobados. Falta firmar papeles.

Para terminar y sin relación con lo anterior, ¡adivinad quién compró una entrada para Iron Maiden esta misma mañana! :D Treinta euros limpios (la mitad que en España) sin impuesto revolucionario ni mierdas :D


Sunday, June 9, 2013

FEB III: Dana y Enzo

Trnava

Lee la introducción. Serás más feliz.

El jardincito del palacio
El domingo 10 vinieron cuatro visitantes: Dana, Silvano y dos amigos suyos que no conocía. Dana hace un sondeo todos los años para ver quién se va de erasmus y así planear su viaje del año siguiente. Pasaron unos días en Budapest y a Bratislava vinieron y se fueron en el día. Tras enseñarles el nevado jardín del palacio presidencial, que nos quedaba de camino, los llevé al Shtoor de la calle Obchodná, una cafetería que hay dentro de una librería, y Silvano quedó enamoradísimo; “esto es algo que sabes que en tu ciudad en la puta vida lo vas a ver”, dijo, aunque me parece exagerado, orque en la Casa del Libro de Vigo antes había cafetería también, y aunque fuera más pequeña, la idea es la misma. Luego los llevé a hacer el fri gualquin tur, a continuación al 1. Slovak Pub, donde probaron unas cuantas especialidades eslovacas (halušky, pirohy, kapustnica y no recuerdo si vyprážaný syr también) y se llenaron la panza más de lo que esperaban, y por último subimos al castillo. Tras eso ya nos despedimos.

El castillo de Devín
El día siguiente era el primero de mi “semestre” de “verano”, aka segundo cuatrimestre. Tengo clase de lunes a jueves (me dejé los viernes libres a propósito, ou llea), y Enzo, respetuosamente, llegó al aeropuerto de Bratislava hora y pico después de mi última clase del jueves 14. Esa noche salimos con Julián, Paulina y los artistas nuevos a cenar a un sitio donde no ponen platos para la pizza y por otras razones es una mierda y no vamos a volver. (Durante esa cena, Paulina recibió un mensaje muy gracioso del checo Eduard proponiéndole ir a Sofía, Bulgaria, el día siguiente en autostop, como quien propone ir al cine. Contestó que sí, y el lunes estaban de vuelta, pero sólo llegaron hasta Belgrado. Me trajo un periódico en cirílico serbio, ¡más maja!) El viernes, Enzo y yo fuimos al castillo de Devín, a veinte minutos en bus del centro, que resultó estar cerrado hasta abril, pero el paseo a su alrededor es agradable. El sábado anduvimos por Bratislava arriba y abajo. El domingo fuimos a la ciudad de Trnava (palabra esdrújula con acento en la erre, sin coñas), la más antigua de Eslovaquia, donde estuvimos con Bohdan, mi antiguo profe
Szabadság tér
de español y coordinador (el flautista pagano del que os hablé alguna vez ya) y su hijo bilingüe de tres años, que sabe tanto eslovaco como castellano. Ese mismo día, Óscar y Desiree llegaron a Bratislava; anduvieron a su bola durante el día, y cuando llegamos Enzo y yo nos reunimos todos, nos encontramos por casualidad a dos francesas que habían estado con Desiree en Gdańsk en verano, llamamos a Julián, que a su vez llamó a un artista de la nueva hornada llamado Baptiste, y todos juntos nos fuimos al 1. Slovak Pub a comer más jálusquis y a hablar francés. El lunes tuve clase y Enzo se fue a Brno. El martes tuve clase y Enzo se fue a Viena. Por la noche fuimos a edificio antiguo de la ópera a ver Carmen de Bizet. El miércoles nos fuimos los dos a Budapest. Al llegar nos reunimos con Vica, comimos y nos fuimos a la residencia de ésta, que está en el culo del mundo, y allí nos quedamos.

Lo bueno de que viniera Enzo es que escribió sobre cosas que yo no. Bueno, y su compañía y esas ñoñadas. He aquí su visión particular de:

Trnava
Museo del Ejército de Viena
Bratislava

El avión de Enzo salía de la capital húngara el jueves a las cuatro y pico, así que aprovechamos la mañana para pasear. Dicha mañana fue la mejor en muchos meses. Aunque no hacía calor ninguno, el cielo estaba despejado y hacía un sol precioso, que parecía junio. Además, parece ser que en el Bastión de los Pescadores sólo hay que pagar para subir y sólo tiene restaurante dentro en verano, y estaba todo libre for the visitante to visitar y entrar y salir sin aguantar chorradas. Vimos esa parte, bajamos al río, cruzamos el puente de las Cadenas, nos dirigimos a Szabadság tér pasando por la basílica de San Esteban y el bar de Manowar1, le hicimos fotos al monumento al Ejército Rojo y a la estatua de Ronald Reagan, vimos el Parlamento por detrás, que está a cien metros, y finalmente fuimos al metro, donde nos despedimos y yo me fui a comer con Vica.

Epílogo de esta parte: Esa tarde llegó el grupo esloveno Avven, cuyos miembros son amigos de Vica desde que se alojaron en su casa de Komárno el pasado junio, tras un concierto en Bratislava y antes de otro en Budapest. Fue la monda, porque la casa es pequeña y había gente durmiendo hasta en el suelo de la cocina. Total, que esa tarde llegaron y también se alojaron en la residencia de esta mozuela, así que nos fuimos todos juntos de farra. A la noche siguiente había concierto; por orden tocaron: Ankh, Avven, Niburta, Silent Stream of Godless Elegy, Virrasztók, Metsatöll y Korpiklaani. La crónica ya la tengo escrita y enviada a The Breathless Sleep, no debería tardar en aparecer publicada. (Hela aquí.) El sábado 23 volví a Bratislava.

1Se llama Café & Artgallery Montmartre; está en Zrínyi utca 18; sus paredes están decoradas con fotos, dibujos e imágenes diversas de Manowar en un 85%, y de Rainbow y algunos otros proyectos de Ronnie Dio en un 15%, incluyendo fotos del dueño del bar posando con dichos músicos en ocasiones diversas; y ponen música latina y jazz.

Sunday, June 2, 2013

FEB II: Viena

Palacio Belvedere

En la capital austríaca tuvimos más suerte con el couchsurfing, y nos alojamos en casa de un chaval que en el salón tiene una hamaca y un columpio colgados del techo, y un sofá-cama en el que caben cuatro personas, cinco si se apretujan. En el recibidor tiene una rama de árbol con un claxon antiguo encajado. Una vivienda curiosa, yes.

Chillin' Guripas

Nos llevó de paseo por el ayuntamiento, que es mi edificio favorito de los que vi en esta ciudad, la zona de los palacios donde están la biblioteca antigua, la Escuela Española de Equitación (como lo oyes), el museo de Sissí Emperatriz y todas esas cosas,
El ayuntamiento
varias iglesias... En cuanto a museos, fuimos también a dos: al del ejército, que es una chulada y ya lo comentó Enzo (more on this later), ahorrándome el trabajo; y al de los archivos de la Resistencia, o algo así, sobre la resistencia antifascista de los años 30 y 40. Este último, como museo, es una mierda porque tiene cuatro objetos mal contados y el resto son todo fotos, en su mayoría pequeñajas, y una exageradísima cantidad de texto, de tamaño microscópico. Por suerte tuvimos un guía que durante hora y pico nos explicó todo sobre el nazismo: cómo apareció en Austria, cómo se llevó a cabo la anexión a Alemania y las consecuencias de todo ello. Lo de la anexión fue un cachondeo. Hubo un referéndum en el que las papeletas tenían un SÍ gigantesco y un no pequeñito y apartado a un lado. El resultado fue más de un 99% de votos a favor. Sin embargo, hay que decir que, por mucho que eso suene a (y en efecto haya sido) pucherazo descarado, sí es cierto que mucha gente estaba a favor, y cuando se celebró la anexión, la plaza estaba llena hasta la bandera. También es muy llamativo ver una página de un libro de matemáticas con un problema bastante peculiar. El régimen nazi, como sabréis, eliminaba por sistema a todos los enfermos terminales, retrasados
Ja oder ja?
mentales, discapacitados, etcétera; y el problema decía algo en plan: “Si un enfermo cuesta al Estado 50.000 marcos al mes y hay este número de enfermos en este otro número de hospitales, ¿cuánto se ahorraría la nación…?” etcétera etcétera. Curiosamente, mucha gente estaba en contra de esta aniquilación por considerarla inhumana, y el gobierno recibió tantas cartas de protesta que tuvieron que cambiar su política y... empezar a hacerlo en secreto. Aunque esto plantea otra pregunta: ¿cómo es que sólo hubo protestas contra eso en concreto?

El martes día 5 dejamos atrás Viena. Se suponía que los moañeses vendrían a pasar un día a Bratislava, pero les surgió una cosa burocrática y tuvieron que ir de vuelta a Cracovia. O sea, que este capítulo se acaba aquí.

Saturday, May 4, 2013

FEB I: Praga

La estatua del señor Smetana junto al Moldava,
atravesado por el puente de Carlos IV o Karlův most.

Lee la introducción si no la leíste. Voy directo to the grano.

La actividad empezó la mañana del mismo día 1, viernes, cuando cogí un autobús para Praga. Llegué a la capital checa a las once y media o cosa así, y nada más bajar de la guagua (ya ni se me hace raro llamarlo así) me reuní con Desiree y Óscar, los dos moañeses residentes en Cracovia con quienes pasaría los siguientes días. No hubo suerte con el couchsurfing, así que tuvimos que ir a un albergue, pero no veas: 3,50 € la noche en habitación de 8 ó 10 camas, y todo tan limpio y agradable y completo como los que cuestan 10 € en cualquier otra ciudad, incluida esa misma. Que tampoco es tan barata, ¿eh? Para un español puede más o menos ser barata, pero nada exagerado, y comparada con Bratislava es algo más cara, diría yo. No es de extrañar, con la cantidad de turistas que tiene; una locura, incluso comparándola con otras ciudades en principio súper turísticas como Budapest o Viena. Y todas las tiendas llenas de matrioskas, que nada tienen que ver con Chequia, y de gorros con la estrella comunista. Supongo que un alto porcentaje de los turistas consideran que al entrar en el país ya están en la URSS, y los de las tiendas de recuerdos se aprovechan de eso. En una tienda vi incluso una matrioska con dientes, como la del cartel del Museo del Comunismo.


No recuerdo el orden de nuestras actividades, así que las contaré un poco aleatoriamente. Lo que sí recuerdo es que tuvimos un tiempo bastante malo: frío, mucho viento y algo de lluvia. Aun así caminamos bastante, que para eso habíamos ido. Visitamos lo típico: la plaza principal, el puente Carlos sobre el Moldava, el castillo, etcétera. Al castillo no entramos porque hay que pagar cada baldosa que pisas por separado, como quien dice, así como por entrar en no sé qué calle antigua y cosas del estilo. Soy consciente de que no lo estoy contando de manera muy atractiva, pero la verdad es que el mal tiempo no permitía disfrutarlo tanto como nos gustaría, y sinceramente tampoco recuerdo mucho; pero volveré ahora en primavera, o eso pretendo. Con el solcito y eso.


Visitamos dos museos. Uno fue el de Karel Zeman, un checo creador de efectos especiales para el cine en la época en la que hacía falta principalmente imaginación. (No quito mérito a los que hacen efectos especiales actualmente, porque eso que dicen muchos de
Il commendattore del Don
Giovanni
de Mozart
“le das a una tecla y te lo hace el ordenador” es una gilipollez y una mentira inmensa producto de la ignorancia y una falta de respeto, pero creo que la necesidad de ingenio ya no es, en general, tan grande.) El museo creo que nos gustó bastante a los tres, por lo curioso que resulta ver cómo usaba muñecos y trucos de cámara; y aunque algunos son evidentes, hay otros que si no te los señalan no los ves. El otro museo fue el del comunismo, que se halla irónicamente emplazado en el piso superior de un edificio cuyo bajo alberga un casino y que a un lado tiene un McDonald’s. Lo malo de ese museo es que es “de los de leer”, es decir, que aunque hay objetos curiosos y demás, sobre todo hay paneles con fotos y texto en varios idiomas, incluyendo castellano. Al menos está escrito de manera amena, y si te gusta el tema y te lo lees todo, te puede llevar un par de horas verlo entero, a pesar de no ser muy grande. A mí no me dio tiempo, porque los museos en estos países cierran a las seis de la tarde. Por cierto, seis también son los euros que cuesta. Me parece exagerado para lo que es.

Nos hicimos un fri gualquin tur. No sé dónde empezó la idea esta del free walking tour, pero lo hay en muchas ciudades: se trata
Staroměstské náměstí con las
torres de Sauron al fondo
de una visita guiada a pie de entre dos y tres horas, y al final le pagas la voluntad al guía, que puede ser cero euros o su equivalente al cambio en coronas checas, pero eso es de mala educación. Lo que sólo vi en Praga es que hay tropecientas compañías, cada una con su representante sujetando cadanseu paraguas en alto, e incluso hay guías que hablan en castellano. El nuestro, coincidencias de la vida, era de Cangas, pueblo vecino de Moaña, al lado norte de la ría de Vigo. No me gustó nada su estilo, parece que habla con niños de cinco años, pero nos contó mil cosas de la Edad Media, de judíos, de comunistas, de guerras... Seica su universidad tuvo la primera y última Facultad de Magia de la historia. La creó un tarao y cuando murió la... ¿abolieron? ¿Cómo se dice?

Una noche fuimos a un pub donde tocaba un grupo local llamado Irish Dew, los moañeses probaron la Kofola, y aquí se acaban las anécdotas. El domingo 3, tras unas cincuenta horas aguantando frío y viento y una visita relámpago al Museo de la Guerra, que es gratis y queda cerca de la estación, cogimos un autobús para una ciudad algo más cara.

"¡Isto é o gorrocóptero!"

Friday, May 3, 2013

Febrero estuvo bien: el coleccionable de fascículos

Praga

El mes de febrero de 2013 fue bastante completo. El más corto de todos, pero también en el que más viajes hice. Económicamente, una sangría. Os lo cuento por fascículos que se irán publicando en próximos días, empezando, por ejemplo, por el sábado a las 8:49 de la mañana. Porque sí, porque me mola. Para empezar el día con alegría.

Fascículo I: Praga
Fascículo II: Viena
Fascículo III: Dana y Enzo
Fascículo IV: Suiza

Por cierto, respecto a lo que dije en la entrada anterior, el camarada Plañidera decía algo de que tenía entradas a puntito de publicar, pero es un embustero y no se merece ni el juo-ja-jei que ha mamao; lo que dije fue que estaban escritas, y de "escritas" a "a puntito de ser publicadas" media un trecho llamado "formato y mierdas" que es bastante tedioso y lleva horas. De hecho, escritas también tengo: una sobre Semana Santa, otra sobre bombardeos en Serbia y, a medias, otra sobre mis asignaturas de este cuatrimestre que termina la semana que viene. Todo saldrá tarde o temprano.

Por último, si a alguien le interesa, el descubrimiento musical del mes fue Wallachia, junto al hecho de que Debemur Morti tiene todo su catálogo para escuchar onláin en Bandcamp, featuring cosas supermolonas como October Falls; aunque lo más famoso es Horna, pero la fama es lo de menos. En cualquier caso, absténganse extremófobos. Eso es todo. A pastar.

Esto me recuerda que tengo uno de los nueve mundos un poco abandonado... hint hint hint!

Tuesday, April 9, 2013

Sigo vivo

Escribo esta entrada más que nada para dar señales de vida, que hace ya tres semanas que no publico nada. En realidad ya tengo varias entradas casi terminadas: cuatro sobre febrero, que tiene mucho que contar (visitas a Praga, Viena, Basilea y por supuesto Budapest, y a Bratislava por parte de Dana & cía, Enzo, Desiree y Óscar, más el inicio del segundo cuatrimestre y dos conciertos molones), y otra sobre la Semana Santa en estas latitudes. Además debería contar algo sobre mi visita a Belgrado durante dicha semana. Tampoco estaría de más hablar de las asignaturas de este cuatrimestre y de la vida en general. O sea, que por lo menos hay seis entradas seguras, cinco de ellas prácticamente escritas, y otras dos que pueden aparecer o no.

Para terminar y darle un toquecillo de color a la publicación de hoy, os dejo la última foto del atasco húngaro (que por cierto, menudo exitazo de entrada, con 64 visitas en tres días se convirtió en la quinta más vista desde que existe el blog) y una recomendación musical apta más o menos para todos los públicos: Jess and the Ancient Ones. ¡Haaaasta la próxima!


Sunday, March 17, 2013

De atascos y fe en la humanidad


Recordad que todas las imágenes de este blog se pueden ampliar pinchando en ellas.

Asombrado me hallo, y conmovido, y contentísimo a pesar de haberme quedado tirado en mitad de una autovía húngara durante una noche y medio día. Pero empecemos por el principio.

El viernes 15 de marzo se conmemoraba la revolución húngara de 1848 contra los austríacos. Esta festividad y la del 20 de agosto, que conmemora la fundación del reino de Hungría por parte de San Esteban I, son las más grandes del país, como nuestra Hispanidad, digamos. Vica me dijo que Budapest se engalana toda para la ocasión y hay feria y representaciones y este tipo de cosas; esto, unido a que planeábamos ir a echarle unos bailes al táncház más tarde y al hecho en sí de ir a visitarla (habíamos hablado de ir a Győr al día siguiente si hacía buen tiempo, pero quedó descartado unos días antes), prometía un fin de semana interesante. Así que el jueves a las 19:45 cogí un autobús de la capital eslovaca a la húngara.

Aunque la semana anterior hizo un tiempo precioso, quince gradazos y cielo azul, el invierno dijo “eh, coleguiñas, que aquí hasta el día 21 mando yo”, y decidió pegar un zarpazo que esperemos que sea el último. El autobús, que venía de Praga, llegó con diez minutos de retraso, cosa que no me sorprendió dados la nieve y el viento que había. Lo que no me
¿Veis la nieve volando?
esperaba es que, tras dos meses y pico de nieve casi constante, pasara lo que pasó y se detuviera el tráfico de esa manera. La hora de llegada prevista era las 22:30; luego, el azafato anunció un retraso de 15 minutos debido al mal tiempo; poco después, otros tantos; y finalmente nos quedamos quietos. Inmóviles. Detenidos. Paradísimos. Durante un par de horas, avanzamos cien metros cada veinte minutos. Hacia la una o las dos de la mañana, el autobús anduvo sus últimos metros. A las tres y media de la tarde del día siguiente seguía en el mismo sitio, zarandeado por el viento a cada rato. Es probable que, según escribo estas líneas, ese autobús aún siga allí. [Hacia las siete de la tarde.]


Pero ya me estoy anticipando otra vez. El azafato, un eslovaco jovenzuelo afincado en Praga, no sabía dónde meterse cuando anunció que iba a apagar la luz y la tele para que durmiéramos, porque no sabía absolutamente nada de cuándo llegaríamos. Yo estuve escuchando música en el portátil hasta que la batería amenazó con acabarse y hacia las tres me dormí (un autobús es lo más incómodo que hay para dormir, y para casi todo lo demás, a pesar de que los de Student Agency son de los mejores que vi), pero a las seis de la mañana ya era de día y estábamos todos despiertos. El azafato repartió gratis croasanes y barritas de muesli de las que normalmente se venden, así como agua y otras bebidas. Luego dijo que iba a abrir las puertas por si alguien quería bajar, avisando que hacía mucho frío y mucho viento, aunque no había peligro porque allí no se movía vehículo ninguno; huelga decir que bajamos casi todos. Más tarde nos informó de que había un área de servicio a tres kilómetros y medio; pretendía ir, comprar vituallas para todos y repartirlas. En cuanto acabó de hablar, varios nos acercamos a él para preguntarle si le parecía bien que le acompañáramos, y allá fuimos unos diez a la gasolinera y su abarrotado McDonald’s adjunto. Lo que vimos en la carretera, yo no lo había visto jamás: había hasta coches enterrados en nieve (¿ennevados?), y la blanca sustancia formaba unas dunas preciosas, que parecía aquello un desierto del Sahara pequeñito y blanco. Todas con su cresta o como se llame la línea de arriba, con sus estrías y suaves surcos, y siguiendo patrones repetitivos junto a las ruedas de los camiones más grandes. Era un paisaje un poco postapocalíptico, y al ver pequeños grupos de gente en la neblina de la distancia me acordé de The Walking Dead y esas cosas. Me perdí la feria budapestosa, pero a cambio tuve este otro espectáculo, que dudo que fuera menos vistoso.


Ver ráfagas de viento levantando nieve en polvo también es muy bonito, pero el frío que eso supone y el pensar que a la vuelta vas a tener el viento en contra no alegra tanto. El hundir los pies en las dunas esas cuando no queda otra opción y que se te llenen de nieve por dentro, tampoco. Pero mira, era lo que tocaba, y dentro del autobús me estaba muriendo del asco. A todo esto, estaba en constante contacto con Vica, que me informó de que Komárom está a 20 km de Bábolna, a cuya altura me hallaba; y pensé en ir a pie, pero el tener que volver 3,5 km atrás para coger la mochila y el portátil y luego reemprender el camino me quitó casi todas las ganas, y una conversación posterior con mi madre me quitó las pocas que me quedaban. Así que me quedé un par de horas más en el autobús, donde ya todo el mundo hablaba con todo el mundo. El azafato nos informó de que pronto llegaría el ejército con comida y bebida. Así fue: nos trajeron unas rebanadas de pan con fiambre y un caldero de té que servían con un cucharón. Vinieron en un tanque todo molón. Los soldaditos nos informaron de que había una carretera practicable un poco más atrás y que había personas del pueblo de al lado llevando gente atascada a dicho pueblo en sus coches particulares para que pudieran coger el tren. Algunos de mis compañeros de viaje decidieron quedarse en el autobús, pero la gran mayoría nos fuimos, y así, tras despedirme muy agradecido de Daniel, el azafato, que llevó la situación todo lo bien que se puede en esas circunstancias, llegué a Nagyszentjános. Nosotros tuvimos suerte porque viajábamos en autobús y nos daba igual, pero los de coches particulares probablemente tendrían menos porque no creo que lo pudieran dejar allí tan tranquilamente, y para los niños tuvo que ser una tortura; supongo que no mucho mayor que la de los padres que tuvieran que encargarse de ellos.

Como decía, un tío nos llevó a Nagyszentjános a mí y a otros tres. Una de esos tres era húngara, y bajó en la estación a preguntar cuándo pasaba el siguiente tren a Budapest. Como faltaba más de una hora, el dueño del coche nos dejó en una guardería cercana donde medio pueblo se había puesto a preparar comida y mesas con emparedados y galletas para gente rescatada del atasco. Me ofrecieron un caldo de patatas, y cuando la chavala me lo trajo, mi cara de felicidad al ver semejante platazo debió de ser bastante expresiva, porque se echó a reír. Era una especie de fabada sin fabas que en ese momento me supo a gloria. Me encantó la solidaridad de todo el mundo, una maravilla, me sentí casi abrumado por tanta amabilidad. Acabé lleno; me seguían ofreciendo emparedados pero ya ni me apetecían. Al rato fuimos a la estación, donde nos encontramos con otros compañeros del autobús que no habían ido a la guardería. Allí cogimos el tren Múnich-Budapest, que paró en un pueblo tan pequeñajo a propósito para recoger atascados rescatados, y nos llevaron gratis hasta la capital. Cuando, a las ocho de la tarde, llegué al fin a la estación de Keleti, Vica vino a recibirme corriendo como una loca y me dio un beso como los de las películas.


***

Más tarde, comentando los acontecimientos con ella, me enteré de unas cuantas cosas más, aparte de lo poco que me fue informando por sms. Resulta que todo el país, así como Eslovaquia, estuvo afectado en mayor o menor medida por la ventisca. Muchos de los actos programados en Budapest por la festividad del día no llegaron a celebrarse debido al mal tiempo. El tramo de la autovía M1 en el que estuve yo, más o menos entre Győr y Tatabánya, fue de los peores, y por supuesto estaba en alerta roja. Para enterarse de todo esto se montó un dispositivo entre ella, su compañera de habitación, mi hermano desde España por chat y todas las webs de noticias, tiempo y trenes que pudo encontrar. ¿Verdad que es para quererla a caldeiradas? También se habilitaron sitios web donde la gente ofrecía sus direcciones y números de teléfono para quien necesitara ayuda, y a todos los teléfonos móviles húngaros llegó un sms del gobierno avisando que las carreteras eran peligrosas y que habían movilizado equipos de ayuda y rescate. Al parecer, tres personas murieron de frío y algunas otras vinieron al mundo en la carretera. A una tipa que se puso de parto consiguieron llevarla a una estación y la llevaron en locomotora a ella sola al hospital más próximo. A todo esto hay que sumarle que ese día era festivo nacional, por lo que la mayoría de tiendas estaban cerradas y nadie podía comprar nada. Había también austríacos ayudando, al menos yo vi un helicóptero con la bandera de Austria en la cola; comentaba Vica lo irónico de la situación, pues precisamente ese día se conmemoraba la rebelión de los húngaros contra los austríacos. Pero las nacionalidades y las rivalidades deberían, como sucedió ese día, ser irrelevantes cuando de ayudar a humanos se trata, que al final es lo que somos todos. No hablo tu idioma pero te doy un bocadillo. Y, oye, esto le hace a uno recuperar la fe en la humanidad.

Últimas noticias: como el azafato nos dio su teléfono a unos cuantos cuando nos separamos un poco en el área de servicio, acabo de llamarlo por curiosidad, mientras formateo y preparo esta entrada, para preguntarle qué pasó con los que se quedaron. Me dijo que estuvieron allí hasta la evening y que llegaron a Budapest antes de medianoche. Me alegro, porque yo ya contaba con que se tuvieran que quedar hasta la mañana siguiente. Yo le conté lo del pueblo y lo del tren, porque él no se enteró de nada, claro.




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